"¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación."
(Sal. 119: 97.)
Que los que hablan de principios, como si ellos bajo
ninguna circunstancia se desviarían de los mismos, se aseguren de que comprenden
los principios delineados en la Palabra de Dios para nuestra guía. Hay algunos
que siguen principios falsos. Su concepto de éstos es engañoso. Ajustarse a
principios correctos significa poner en práctica fielmente los primeros cuatro y
los últimos seis mandamientos. En obediencia a estos mandatos divinos comemos la
carne y bebemos la sangre de Cristo, apropiándonos de todo lo que incluye la
expiación llevada a cabo en el Calvario. Cristo permanecerá al lado de todos los
que lo reciban como Salvador. A ellos les dará poder para convertirse en hijos
de Dios. "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y verdad" (Juan l:
14).
El que se menciona aquí como el Verbo es el Hijo de Dios, el
Comandante de las cortes celestiales y el que vino a este mundo para revelar los
asuntos celestiales a los seres humanos caídos. El es el camino, la verdad y la
vida. Es el Verbo que estuvo con Dios antes que el mundo fuese. Al revestir su
divinidad de humanidad, llegó a poseer ambas naturalezas, la divina y la humana.
Y debido a esto, fue plenamente capaz de lograr la absoluta redención para la
raza humana, y su restauración a los privilegios de una vida más elevada.
Comenzó su existencia terrenal como lo hacen los seres humanos, llegando
a este mundo como un bebé indefenso. Y mientras estuvo aquí, vivió la vida que
todo ser humano puede vivir si recibe el don excelso que el Señor proveyó para
nuestro mundo al enviar a su Hijo a cumplir el plan de salvación.
Cristo
soportó la pena del pecado, el golpe de la justicia divina, para que los seres
humanos no fuesen abandonados a perecer. El sufrió en su cuerpo la sentencia
pronunciada contra los pecadores. Esta es la ciencia de la salvación, la que con
seguridad puede ser escudriñada, y será beneficioso que nos esforcemos por
entenderla. . .
Quienes persistan en la transgresión serán juzgados
según su rechazo de la luz. Escogieron estar del lado del príncipe de las
tinieblas para convertirse en su mano ayudadora. El, si fuese posible, engañaría
aun a los mismos escogidos. Rehusaron la maravillosa dádiva del Cielo, y aunque
profesen la justicia y hablen de "apego a los principios", están al mismo tiempo
siguiendo normas opuestas a las nobles normas del Cielo, y enseñan a otros a
poner en práctica los mismos principios corruptores (Manuscrito 161, del 11 de
julio de 1903, "El peligro de rechazar la luz").
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