"Bendice,
alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a
Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios." Sal. 103: 1, 2.
Quiero
llamar su atención a las preciosas promesas de la Palabra de Dios. No todos los
que son hijos de Dios tienen la misma capacidad, el mismo temperamento, la misma
seguridad y la misma audacia. Estoy contenta porque nuestros sentimientos no son
las evidencias de que no somos hijos de Dios. El enemigo la tentará a pensar que
ha hecho cosas que la separaron de Dios y que El no la ama más; pero nuestro
Señor todavía nos ama, y podemos saber esto por las palabras que El se complació
en registrar para casos como el suyo: "Y si alguno hubiere pecado, abogado
tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo" " (1 Juan 2: l). "Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiamos de toda maldad" (cap. 1: 9).
Ahora, mi querida hermana,
tengo evidencias de que Dios la ama y el precioso Salvador, quien se dio a si
mismo por Ud., no la rechazará porque haya sido tentada y en su debilidad pudo
haber sido vencida. El todavía la ama.
Pedro negó a su Señor en la hora
de la prueba, pero Jesús no abandonó a su pobre discípulo. Aunque Pedro se
aborrecía a si mismo, el Señor lo amaba, y después de su resurrección lo llamó
por su nombre y le dio un mensaje de amor. ¡Oh, qué Salvador tan bueno, amante y
compasivo tenemos! Y nos ama aunque cometamos errores.
No se angustie
hasta el punto de separarse de los brazos del querido Salvador, sino descanse
confiadamente en fe. El la ama; El cuida de usted; El le dice: "Tus pecados te
son perdonados". Usted puede estar deprimida por una dolencia corporal, pero eso
no es una evidencia de que el Señor no está obrando en su favor cada día. El la
perdonará y lo hará abundantemente. Atesore en su alma las dulces promesas de
Dios. Jesús es nuestro constante e infalible Amigo, y quiere que usted confíe en
El.
Dios trabaja y Satanás también. Este quiere alejar nuestras mentes
del poderoso Ayudador para que consideremos nuestra degradación del alma y
hacemos sentir que todos sus poderes se han disipado, y Dios es deshonrado.
Aparte su mirada de sí misma y mire la perfección de Cristo. . .
Jesús
mira la culpa del pasado, pero habla palabras de perdón, y no debemos
deshonrarlo al dudar de su amor. Ese sentimiento de culpabilidad debe ser puesto
a los pies de la cruz del Calvario. El sentimiento de pecaminosidad ha
envenenando la fuente de la vida y de la verdadera felicidad. Ahora Jesús dice:
"Ponlo todo sobre mí. Yo llevaré tus pecados. Te daré paz. No proscribas más tu
respeto propio, pues yo te he comprado con el precio de mi propia sangre. Tú
eres mía. Fortaleceré tu voluntad debilitada. Quitaré tu remordimiento por tu
pecado". Entonces dirija a El su corazón agradecido, estremecido e inseguro, y
aférrese de la esperanza que tiene delante (Carta 49, del 17 de julio de 1898,
dirigida a una querida hermana).
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