"En esto
consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados." 1 Juan
4: 10.
Satanás declaró en su sinagoga que ni una sola alma humana
mantendría su lealtad a los mandamientos de Dios. Una sola que se salvara
probaría que esta afirmación era falsa y demostraría la justicia del gobierno de
Dios. Creados a imagen del Eterno, el hombre no debe ser abandonado para que
Satanás lo dirija y destruya. Cristo vino a esta tierra y por medio de una vida
de obediencia demostró que el hombre podía obedecer. Anuló la culpa que
gravitaba sobre el pecador. Con el fin de que éste pudiera presentarse ante Dios
con su manto de justicia, él vistió el manto de dolor.
¿Quién puede
sondear los sufrimientos de Cristo en el jardín del Getsemaní, en tanto sentía
en toda su dimensión el peso del pecado del mundo? Tan agudamente pesó sobre El
la pecaminosidad del pecado que por un momento la copa tembló en su mano y todo
el cielo oyó el grito agonizante: "Padre mío, si es posible, pase de mí esta
copa" (Mat. 26: 39). El Dios Omnipotente sufrió con su Hijo.
Detente
ante la cruz de Cristo y aprende de ella cuál es el costo de la redención. Con
corazón quebrantado la Víctima santa en la cruz del Calvario eleva sus ojos a
Dios, y clama: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mat 27: 46).
Los ángeles del cielo se compadecieron de su amado comandante. Con gusto
hubieran roto filas y acudido en su auxilio. Pero no era éste el plan de Dios.
Nuestro Salvador pisó solo el lagar. No hubo nadie del pueblo con El.
El
plan de redención fue trazado para poner la salvación al alcance de los
pecadores. Cristo llevó a cabo su propósito. Su muerte ha traído vida eterna a
todos los que lo acepten como Salvador personal. Pero muchos, muchos de aquellos
por cuya salvación El murió, se niegan a volver a ser leales a El. El mundo está
rápidamente llegando a ser lo que fue antes del Diluvio. Del mundo de aquella
época, leemos: "Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra
llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida;
porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra" (Gén. 6: 11, 12).
. .
Cristo declara: "Mas como en los días de Noé, así será la venida del
Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y
bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el
arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así
será también la venida del Hijo del Hombre" (Mat 24: 37-39).
Que los que
han recibido gran luz no crucen sus brazos, y se conformen con no hacer nada
(Manuscrito 66, del 28 de julio de 1901, "Fragmentos: Obra en el Sur").
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