"Y
vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y
potestad." Col. 2: 10.
Hemos de vivir bajo los rayos templados y suaves
del Sol de Justicia. Nada sino su amorosa compasión, su gracia divina, su
excelso poder, pueden capacitarnos para frustrar al implacable enemigo y dominar
la oposición del corazón humano. ¿Cuál es nuestra fortaleza? El gozo del Señor.
Dejemos que el amor enternecedor de Cristo colme el corazón y seamos suavizados
y subyugados, preparados para recibir el poder que El tiene para nosotros.
Agradezcamos a Dios todos los días por las bendiciones que nos da. Si el
agente humano se humilla ante Dios, reconociendo cuán impropio es abrigar
sentimientos de autosuficiencia, reconociendo su total incapacidad para hacer la
obra que es necesario realizar a fin de que su alma sea purificada, desechando
su propia justicia, Cristo grabará su propia imagen en su alma. Aplicará su mano
a la tarea de crearlo de nuevo, y la continuará hasta que esté "completo en El".
Cristo nunca descuidará la obra que se ha dejado en sus manos. Inspirará
al discípulo resuelto con un sentido de la perversidad, de la condición
mancillada por el pecado, de la depravación del corazón sobre el cual El está
trabajando. El verdadero penitente ha aprendido la vacuidad de la
autosuficiencia. Mirando a Jesús, comparando su carácter defectuoso con el
carácter perfecto del Salvador, puede decir:
"En mi mano nada traigo;"
"Simplemente a tu cruz me aferro."
"Con Isaías declara:
""Jehová, tú nos darás paz, porque también hiciste en nosotros todas nuestras
obras. Jehová Dios nuestro, otros señores fuera de ti se han enseñoreado de
nosotros; pero en ti solamente nos acordaremos de tu nombre" (Isa. 26: 12, 13).
Contemplando a Cristo con el propósito de ser como El, el escudriñador
de la verdad ve la perfección de los principios de la ley de Dios, y nada más
que la perfección lo satisface. Ocultando su vida en la vida de Cristo,
comprende que la santidad de la ley divina se revela en el carácter de Cristo, y
cada vez se esfuerza más fervientemente por ser como El. En cualquier momento
puede presentarse una guerra, puesto que el tentador ve que está perdiendo a uno
de sus súbditos. Debe librarse una batalla con los atributos que Satanás ha
estado fortaleciendo para su propio uso.
El agente humano ve con qué
tiene que luchar: un extraño poder que se opone a la idea de alcanzar la
perfección que Cristo presenta. Pero con El hay poder salvador, que obtendrá la
victoria por él en el conflicto. El Salvador lo fortalecerá y lo ayudará cuando
se acerque suplicando gracia y eficiencia (Manuscrito 89, del 12 de agosto de
1903, "Primero reconcíliate con tu hermano").
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