"Oíd
otra parábola: Hubo un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña, la
cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos
labradores, y se fue lejos." Mat. 21: 33.
Esta parábola tiene gran
importancia para todos aquellos a quienes se les confían responsabilidades en el
servicio del Señor. Dios apartó a un pueblo para que fuese educado por Cristo.
Lo llevó al desierto para prepararlo para su obra, y allí le dio el código más
elevado de moral; su santa ley. A él le fue encomendado el libro de instrucción
de Dios, las Escrituras del Antiguo Testamento. Oculto en la columna de nube,
Cristo lo guió en su vagar por el desierto. Por su propio poder transplantó la
vid silvestre de Egipto a su viña. Bien podía Dios preguntar. "¿Qué más se podía
hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella?" "(Isa. 5: 4).
"Es
imposible enumerar las ventajas que el Señor preparó para el mundo al hacer a la
nación judía depositaria de sus abundantes tesoros de sabiduría. Ellos fueron el
objeto de su especial favor. Como pueblo que conocía y respetaba la verdad de
Dios, debía comunicar los principios de su reino. Fueron instruidos por el
Señor. No les ocultó nada que fuera beneficioso para la formación de caracteres
que los haría representantes idóneos de su reino. Sus festividades, la pascua,
el pentecostés, la fiesta de los tabernáculos y las ceremonias que se realizaban
en esas ocasiones, debían proclamar las verdades que Dios había confiado a su
pueblo. En esas reuniones debían mostrar alegría y gozo expresando su
agradecimiento por sus privilegios y por el trato misericordioso de su Señor.
Así mostrarían a un mundo que no conocía a Dios que el Señor no desampara a los
que confían en El. Con voces jubilosas debían cantar: "¿Por qué te abates, oh
alma mía, y por qué te turbas dentro de mi? Espera en Dios; porque aún he de
alabarle, salvación mía y Dios mío" (Sal. 43: 5). . .
La historia de los
hijos de Israel fue escrita para nuestra admonición e instrucción, a quienes han
alcanzado los fines de los siglos. Aquellos que estén firmes en la fe en estos
últimos días, y finalmente sean admitidos en la Canaán celestial, deben escuchar
las palabras de advertencia pronunciadas por Jesucristo a los israelitas. Estas
lecciones fueron otorgadas a la iglesia en el desierto para que el pueblo de
Dios las estudiara y les prestara atención a través de sus generaciones, para
siempre. La experiencia del pueblo de Dios en aquel desolado paraje será la de
su pueblo en estos tiempos. La verdad es una salvaguarda en todas las edades
para los que se mantienen firmes en la fe que fue dada una vez a los santos
(Manuscrito 110, del 6 de agosto de 1899, "Los labradores infieles").
No hay comentarios:
Publicar un comentario