"No
entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino
solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero." Apoc. 21:
27.
Esta mañana mi esperanza está en Cristo, mi Salvador. Oro pidiendo
su Santo Espíritu todos los días, para que pueda glorificarlo con el corazón, la
mente y las fuerzas en esta vida. Hemos de realizar la obra de Dios, no según
nuestros propios planes, sino según el ejemplo que nos ha dado Jesús. Vino a
nuestro mundo para realizar la tarea que su Padre le había asignado, de modo que
pudiéramos instruimos en la ciencia superior de un servicio genuino para el
Maestro.
Si practicamos las enseñanzas que nos dejó en su Palabra, estos
principios se hacen carne en nuestra vida. Esto es lo que significa comer la
carne de Cristo y beber su sangre. Diariamente hemos de prepararnos para la vida
gloriosa, y cuando nos unamos con la familia de lo alto, no se nos darán
lecciones nuevas, sino la continuación de las que Cristo dio a sus discípulos
cuando estuvo aquí. . .
Nunca hemos de olvidar que somos espectáculo al
mundo, a los ángeles y a los hombres. Hemos de trabajar con un sentido constante
de nuestra obligación hacia Aquel que entregó su vida por nosotros. . . Así
glorificaremos a nuestro Padre celestial; y cuando llegue el momento de deponer
nuestra armadura, podremos decir con sinceridad que hemos concluido la obra que
se nos había encomendado. . .
Cada talento y toda energía que poseemos
han de ser considerados encargos sagrados, para revelar el poder de la gracia
salvadora. Hagamos día tras día una obra buena para Dios. Así nos prepararemos
para las mansiones que Cristo fue a preparar para los que le aman. . . Estas
mansiones son para quienes acepten la invitación: "Venid a mí. . . y yo os haré
descansar" (Mat. 11: 28). Posiblemente éste sea el más alto conocimiento que
podamos obtener, pero los que rechazan a Cristo nunca lo entenderán. La Palabra
de Dios, estudiada y obedecida, capacita a los hombres y las mujeres para su
admisión al cielo. Los que están luchando para ser verdaderos cristianos poseen
la constante protección de los ángeles, puesto que son obreros juntamente con
Dios, y trabajan para glorificarlo en el mundo.
Permanentemente debemos
manifestar los atributos de Dios que Cristo reveló cuando estuvo en el mundo. .
. Cada día hemos de asemejarnos más a Jesús, y aprender de la mansedumbre y
humildad de Aquel que, aunque era el unigénito Hijo de Dios, descendió a este
mundo como nuestro Redentor y ofreció su vida para pagar la pena del pecado.
Aunque ocultó su divinidad bajo el manto de la humanidad, era el poderoso
Abogado, el Príncipe de Paz. Su vida estaba llena de compasión y amor, bondad,
amabilidad y benevolencia. Reveló la ciencia de la vida eterna; la ciencia que
debemos incluir en todos nuestros esfuerzos (Manuscrito 83, del 20 de agosto de
1904, "Revelemos a Cristo ante el mundo").
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