"Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme
aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar
vanidad." Isa. 58: 9.
Anoche tuve una experiencia maravillosa. Estaba
[en las visiones de la noche] en una reunión donde se formulaban preguntas y se
las respondía. Me desperté a la una y me levanté. Por un momento caminé por la
habitación, orando fervientemente por claridad mental, por fortaleza para mi
vista y para poder escribir las cosas que debían escribirse. Supliqué al Señor
que me ayudara a dar un testimonio que despertara a su pueblo antes que fuese
demasiado tarde. Me alegraba de que no hubiera nadie en la habitación debajo de
la mía. Sara [McEnterfer] y Maggie [Hare] generalmente ocupan esa habitación,
pero durante el verano duermen en una carpa armada debajo de un gran roble que
crece cerca de la casa. . .
Nos estamos aproximando al final de la
historia de la tierra, y los diferentes lineamientos de la obra de Dios han de
llevarse a cabo con mucho más sacrificio propio que el que se ha hecho hasta
ahora. La obra para estos últimos días es una obra misionera. La verdad
presente, desde la primera letra del abecedario hasta la última, significa
esfuerzo misionero. La tarea que debe realizarse demanda renunciamiento en cada
paso que se dé hacia adelante. Los obreros han de salir de la tribulación
purificados y refinados, como el oro probado en el fuego. . .
No puedo
escribir ahora todas las instrucciones que se me dieron. Se pronunciaron estas
palabras: "Algunos son imprudentes, insensibles a los resultados del pecado,
indiferentes a las advertencias. Pronto se leerá la escritura en la pared, ahora
ininteligible para ellos. Pero, al igual que Belsasar, parecen incapaces de ver
su peligro. Un testimonio directo debe dirigirse a nuestras iglesias e
instituciones para despertar a los que duermen".
Cuando se busca la
palabra del Señor y se la sigue, se logra un progreso constante. Veamos ahora
nuestra gran necesidad. El Señor no puede usarnos hasta que insufle vida en
nuestros huesos secos. . .
La experiencia que tuve anoche me impresionó
profundamente. Parecía tener a Cristo muy cerca, a mi lado. Estaba henchida de
esperanza, valor, fe y amor por las almas. Le rogué a Dios que me sostuviera, y
me levantó y me hizo triunfar en El. Sé que el Señor obrará en favor de su
pueblo cuando éste santifique sus almas por medio de la obediencia a la verdad.
Entonces el ser entero, cuerpo, mente y alma estarán en armonía con Dios. Amando
a Dios por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos
poseeremos una libertad coronada de gloria.
"Cosas que ojo no vio, ni
oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para
los que le aman" (1 Cor. 2: 9) (Carta 130, del 15 de agosto de 1902, dirigida a
Edson White).
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