"Porque
nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es
Jesucristo." 1 Cor. 3: 11.
Muchos profesos seguidores de Cristo no
tienen los ojos puestos únicamente en la gloria de Dios. Tienen sus propias
ideas y normas, y mantienen éstas ante ellos en vez de la norma de la Palabra de
Dios. Necesitamos una religión pura y sin mancha. Es menester que imploremos por
la justicia que llega al alma verdaderamente convertida, que acepta la vida del
Redentor como su ejemplo.
No pensemos que podemos pasar por este mundo
haciendo lo que nos place, y no obstante ser aceptados por Dios como seguidores
de su Hijo. Las puertas de la ciudad de Dios no se abrirán para los que no han
levantado la cruz y seguido a Cristo en renunciamiento y abnegación. Si alguna
vez hemos de tomar posesión del reino de gloria, debemos aceptar por fe los
méritos de Jesucristo: debemos ser partícipes de su naturaleza, y vencer por
medio de su gracia. . .
Algunos que sufren privaciones y desánimo pueden
sentir que la suya es una triste suerte. Los tales recuerden que Cristo gustó
experiencias similares. El sabía que existían la pobreza y las penurias. El los
invita a creer en su amor y a seguir en sus pisadas. Obrará por medio de los que
tienen medios, para que provean a quienes necesitan. . .
Hay un mundo
que salvar. ¿Qué están haciendo ustedes para colaborar con Cristo? ¿Están
procurando llegar a los que están afligidos, los que sufren y necesitan ayuda?
¿Están aprovechando sus oportunidades, ventajas y recursos para ganar almas para
Cristo? Pueden decir: "Yo no soy ministro, y por consiguiente no puedo predicar
la verdad". Puede ser que no lo sean en el sentido generalmente aceptado de la
palabra; puede ser que nunca se los llame para estar en el púlpito, sin embargo,
pueden ser ministros de Cristo si tienen sus ojos abiertos a las oportunidades
que se presentan para decir una palabra a esta y aquella alma. Dios hablará por
medio de ustedes para guiarlas a Cristo. . .
Muchos hemos descuidado el
estudio de las Escrituras. Hemos fracasado en desarrollar el tipo de caracteres
que Jesús puede usar. El Hijo de Dios abandonó las cortes de gloria y descendió
a este mundo para participar de sus tentaciones y privaciones, para poder
levantarnos y hacernos hijos e hijas de Dios. El nos llama individualmente para
que comencemos la obra que se nos ha designado dondequiera nos hallemos. Hemos
de velar por las almas, pues hemos de rendir cuentas. Debemos hacer todo lo
posible para ministrar a las necesidades espirituales de la humanidad. . .
Todos los días estamos edificando el carácter. Edifiquemos sobre la
Roca, Cristo Jesús. Este fundamento seguro permanecerá para cada uno de nosotros
(Manuscrito 85, del 21 de agosto de 1909, sermón predicado en Nevada, Iowa).
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